Tras
retirarse de su trabajo como director de investigación en los
laboratorios Sandoz, de Basilea, Albert Hofmann decidió poner por
escrito los acontecimientos que le rodearon el descubrimiento de la
LSD-25, un compuesto psiquedélico destinado a revolucionar la sociedad
occidental así como la materialista visión que esta tenía del mundo.
El
resultado de este relato histórico es un libro que brilla por su
sencillez y su claridad, al mismo tiempo que ofrece una cantidad
considerable de información interesante. La historia de la LSD se abre
con el recuerdo de unas experiencias visionarias que Hofmann experimentó
durante su niñez, acaecidas en los paseos por los bosques de su Suiza
natal. Estas 'revelaciones', según el autor, le predispusieron a
encaminar su vocación profesional (la comprensión de la estructura
física del mundo Natural), y al mismo tiempo le permitieron, tras
descubrir los efectos psíquicos de la LSD, entender el valor que esta
nueva sustancia podía ofrecer al mundo del alma en particular y a la
sociedad occidental 'en general'.
Tras
la narración de las investigaciones en el laboratorio que le condujeron
a este relevante descubrimiento, Hofmann relata las primeras
investigaciones que se llevaron a cabo con la LSD, sobretodo en el campo
de la psiquiatría, por el potencial de esta sustancia de desvelar lo
oculto que hay en la mente humana (el inconsciente). Tras alertar sobre
los peligros de un uso descontrolado de esta famosa sustancia Hofmann,
casi sin solución de continuidad, pasa a narrar su encuentro con
personajes destacados del mundo de la psiquedelia durante los años 50 y
60, entre los que cabe destacar a Jünger, Huxley y Tim Leary. En cierta
manera estos tres personajes representan las tres posturas que se
tomaron durante esos primeros años de ilusión y desconcierto tras el
redescubrimiento de los enteógenos en el mundo occidental. Jünger tuvo
siempre la opinión de que el uso de estos fármacos debería mantenerse en
una esfera restringida de intelectuales, poetas y filósofos, mientras
que Huxley siempre se mantuvo a la expectativa de que un uso más amplio
de estas herramientas pudiera ofrecer una oportunidad de 'iluminación' a
amplias capas de la sociedad; por último, Leary optó por la
popularización sin restricciones de estas sustancias, situándolas en la
base de lo que pretendía que fuera una revolución cultural, con
mayúsculas, en la sociedad occidental.
Y
ciertamente el debate no era para menos. Occidente, que en el siglo XX
ya había descartado todo contacto con la transcendencia, se encontraba
ante la posibilidad de reabrir esta relación y, sobretodo, con una
sustancia que podía producirse en grandes cantidades, convirtiendo esta
posibilidad de reabrir el contacto con lo numinoso en una auténtica
revolución de cultural masas. Fue esta potencialidad lo que llevó a la
LSD de convertirse en un prometedor niño prodigio a una criatura que,
según las palabras de su propio creador, sería el hijo de sus desvelos, un enfant terrible.
Dando
testimonio de interesantes experiencias visionarias, relatadas por
personas próximas al autor, el libro se adentra en consideraciones de
tipo filosófico sobre los cambios culturales que conlleva el
redescubrimiento de esta sustancia, uno de los principales protagonistas
del del siglo XX. Y si bien la LSD puede considerarse la protagonista
principal de esta narración, en ella también se relatan estudios que
condujeron al descubrimiento y síntesis de los principios activos de los
hongos sagrados, las amidas del ácido lisérgico de las trepadoras
mexicanas, así como los estudios iniciales de una interesante planta: la
Salvia divinorum.
En
definitiva, este ensayo sobre la LSD, escrito por su mismo descubridor
-una persona que, a pesar de los dolores de cabeza que le ha ocasionado
su problemática creatura, nunca la ha abandonado-, apuesta por un uso
sabio de esta sustancia, viéndola como una valiosa oportunidad para
redescubrir aquello de transcendente que hay en la Naturaleza humana,
así como nuestra relación con todo lo creado.
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